CIDH responsabiliza a Colombia por muerte de joven italiano Giacomo Turra en 1995

Por: Elizabeth Montoya

15 mayo, 2024

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha declarado responsable al Estado colombiano por la violación de múltiples derechos humanos en el caso de Giacomo Turra, un joven italiano de 24 años que perdió la vida de manera trágica en Cartagena en 1995.

La noche del 3 de septiembre de aquel año, Turra, quien se encontraba de visita en la ciudad amurallada, ingresó a un restaurante local. Su comportamiento, descrito como “exaltado” por los propietarios del establecimiento, llevó a que se solicitara la intervención de la Policía.

“Después de esto, lo trasladaron hasta la estación de Policía de Bocagrande, donde Giacomo fue víctima de maltrato: lo golpearon y lo dejaron caer y rodar por el suelo”, relata un comunicado de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), organización que representa el caso ante el Sistema Interamericano.

Según la información proporcionada, a las 12:45 a.m. del 4 de septiembre, el cuerpo sin vida de Turra fue abandonado por los mismos uniformados en el hospital al que había sido llevado una hora antes. Los informes médicos revelaron que el joven presentaba “múltiples golpes en la cara, laceraciones y heridas en el mentón, tórax y abdomen”.

“La Policía emitió un comunicado ese día asegurando que el joven habría muerto por una sobredosis de alucinógenos”, señala el reporte de la CCJ. Sin embargo, la evidencia recopilada durante años de investigación apunta a un uso excesivo de la fuerza por parte de los agentes involucrados.

Tras analizar exhaustivamente el caso, la CIDH ha determinado que el Estado colombiano es responsable por la violación de los derechos a la vida, la integridad personal, la libertad personal, las garantías judiciales, la protección judicial y la salud, contenidos en los artículos 4, 5.1, 7, 8.1, 25 y 26 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, tanto de Giacomo Turra como de sus familiares.

“Este fallo representa un paso crucial en la búsqueda de justicia para la familia Turra, quienes han luchado incansablemente durante décadas por esclarecer la verdad sobre lo ocurrido aquella fatídica noche”, expresó Alejandro Ramelli, abogado de la CCJ a cargo del caso.

La muerte sin resolver de Giacomo Turra: 28 años de impunidad e incógnitas

Casi tres décadas después de los hechos de ese 4 de septiembre de 19695, la muerte de de Giacomo Turra sigue siendo un enigma envuelto en un manto de impunidad y preguntas sin respuesta.
“Según los documentos y registros de las declaraciones de la doctora, esto no ocurrió así”, señala Moisés David Meza, miembro de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), refiriéndose a la versión oficial de los uniformados. “Cuando llegan al Hospital, los policías le piden ese calmante, pero ella se niega porque lo ve muy golpeado, con sangre en su rostro, sugiere que es mejor atenderle esas lesiones”.
Los hechos que desencadenaron esta tragedia se remontan a la noche anterior. Turra, un joven filósofo oriundo de Padua, ingresó visiblemente alterado al restaurante Mee Wah en el sector de Bocagrande. Testigos aseguran que se escondió suplicando por ayuda, sin que nadie entendiera lo que decía. Fue entonces cuando se solicitó la intervención policial.
“Lo agarraron por la pretina del pantalón mientras era brutalmente sometido por las autoridades. El forcejeo fue tal que desprendieron el lavamanos del restaurante a golpes”, relatan los testigos presenciales.
A partir de ese momento, las versiones oficiales y la evidencia recopilada durante años de investigación divergen completamente.
Según la Policía, Turra fue trasladado al Hospital de Bocagrande, donde se le suministró un calmante por su estado de agitación. Sin embargo, la médica Amira Fernanda Osorio, quien lo atendió esa noche, declaró que el joven llegó atado de manos y pies, respirando con dificultad y con visibles signos de haber sido golpeado.
“Lo veía respirar con dificultad, pero estaba vivo”, aseguró Osorio.
En un giro siniestro, los agentes se llevaron a Giacomo Turra de regreso a la estación de Policía. Aproximadamente 40 minutos después, retornaron al hospital con el cuerpo del joven italiano, ahora sin signos vitales.
“Lo que ocurrió en ese lapso de tiempo entre la salida de la patrulla del hospital y su regreso con el cuerpo de Giacomo es hoy, 26 años después, un misterio”, señala este medio.
El reporte de necropsia de Medicina Legal reveló que Turra sufrió múltiples golpes en la cara, una herida abierta de 2 centímetros en el mentón, hematomas, golpes en el cuello y heridas en el tórax y abdomen. No obstante, las autoridades mantuvieron su versión de que el joven murió por sobredosis y se auto-infligió las lesiones.
“El protocolo de necropsia dice que él muere por los golpes”, enfatiza Meza. “La misma CIDH ha dicho que la justicia penal militar no es la idónea para investigar cuando se habla de abusos de derechos humanos, es por esto que deciden reabrir las indagaciones”.
En un giro sorprendente, en 1998, la Justicia Penal Militar absolvió a los cinco agentes involucrados, desestimando pruebas clave y testimonios que apuntaban a un uso excesivo de la fuerza.
“Yo nunca he visto ni veré un proceso tan mal manejado”, lamenta la actual senadora Daira de Jesús Galvis Méndez, quien asesoró a la familia Turra. “El Estado es una maquinaria que, se supone, debe velar por la vida de los ciudadanos. La actitud de la procuraduría, que el Estado no haya indagado más, los testigos, todo, todo muestra que hubo una falla”.
Desde 2001, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) tomó el caso para su evaluación, pero a pesar de tener toda la documentación lista desde 2011, no fue sino hasta este año que ha emitido un pronunciamiento sobre este crimen que sacudió las relaciones diplomáticas entre Colombia e Italia.
Mientras tanto, Sixto Turra, el padre de Giacomo, falleció sin conocer la verdad sobre lo ocurrido con su hijo aquella fatídica noche en Cartagena. Su muerte, anunciada en 2016 mediante una carta, representó un duro golpe para quienes esperaban que pudiera ver justicia antes de partir.
“El señor creía mucho en el proceso y que todo se iba a resolver”, recuerda la senadora Galvis. “Él quería mucho a su hijo, quería saber cómo pasaron las cosas, pero el Estado nunca facilitó la forma para esclarecer esos hechos”.