José Antonio Kast gana la presidencia de Chile y marca el retorno del pinochetismo al poder

Por: Maria Jose Salcedo

14 diciembre, 2025

José Antonio Kast gana la presidencia de Chile y marca el retorno del pinochetismo al poder

Chile dio este domingo un giro político de alto impacto con la elección de José Antonio Kast como nuevo presidente de la República. Abogado, exdiputado y líder del Partido Republicano, Kast se convirtió en el primer dirigente abiertamente vinculado al pinochetismo que llega a La Moneda desde el retorno a la democracia en 1990, tras imponerse con el 58,2% de los votos frente al 41,8% de Jeannette Jara, y un 99% escrutado.

La victoria de Kast se inscribe en la expansión global de gobiernos y liderazgos de extrema derecha, un fenómeno que ya se ha visto en América Latina con Jair Bolsonaro en Brasil y Javier Milei en Argentina. En el caso chileno, el resultado rompe un precedente político: hasta ahora, el único presidente de derecha en democracia había sido Sebastián Piñera, quien votó contra la continuidad de Augusto Pinochet en el plebiscito de 1988.

Kast, de 59 años, no ha ocultado su pasado ni su cercanía ideológica con la dictadura. A los 22 años, cuando era estudiante de Derecho en la Pontificia Universidad Católica, participó activamente en la campaña televisiva a favor del “Sí” en el plebiscito que buscaba prolongar el régimen militar. Décadas después, en su primera candidatura presidencial, llegó a afirmar que, de estar vivo, Pinochet votaría por él.

Analistas coinciden en que Kast representa una continuidad histórica del pinochetismo. Octavio Avendaño, académico de la Universidad de Chile, ha señalado que el nuevo mandatario es heredero directo de esa tradición política y familiar: es hermano de Miguel Kast, uno de los principales ministros económicos de la dictadura y expresidente del Banco Central.

¿Qué le espera a Chile con Kast en la presidencia?

A diferencia de sus derrotas electorales de 2017 y 2021, Kast optó esta vez por moderar el tono público de sus posiciones más conservadoras en materias como aborto, derechos sexuales y libertades individuales. El objetivo fue ampliar su base electoral y evitar un rechazo mayoritario entre mujeres y jóvenes, sin renunciar a sus convicciones, que él mismo asegura no haber cambiado.

El eje central de su propuesta fue la seguridad. Kast prometió un “Gobierno de emergencia” para enfrentar lo que define como la mayor crisis de delincuencia y migración irregular en la historia del país. Su programa contempla expulsiones masivas de migrantes, el despliegue reforzado de fuerzas policiales, el blindaje de la frontera norte con infraestructura física y la tipificación de la migración irregular como delito.

Durante la campaña, incluso estableció una cuenta regresiva pública para que los cerca de 340.000 migrantes en situación irregular abandonen voluntariamente Chile antes de su posesión, prevista para el 11 de marzo.

En el plano económico, Kast propone un recorte fiscal de 6.000 millones de dólares en un plazo de 18 meses, sin afectar el gasto social, una meta que economistas de distintos sectores consideran inviable. Tampoco logró despejar las dudas sobre su postura frente a los exmilitares condenados por crímenes de lesa humanidad, un tema sensible en un país marcado por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.

Hijo de inmigrantes alemanes —su padre estuvo afiliado al partido nazi—, Kast no es un outsider. Fue diputado durante 16 años por la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido fundado en el entorno del régimen militar, antes de crear el Partido Republicano en 2019.

Admirador de líderes como Nayib Bukele y Giorgia Meloni, y con vínculos políticos con VOX en España, Kast ha logrado desplazar a la derecha tradicional agrupada en Chile Vamos, consolidándose como el principal referente del sector.

La gran incógnita ahora es el tipo de gobierno que encabezará: si optará por un camino de consensos con la derecha tradicional o si se apoyará en los sectores más duros de su coalición en un Parlamento sin mayorías claras. Su llegada al poder abre una nueva etapa política en Chile y plantea interrogantes sobre el rumbo democrático, social y económico del país.