Felipe, su esposa y sus dos hijos pequeños, junto con el hermano menor de Felipe, habían viajado desde Colombia hasta el norte de México, donde comenzaron la peligrosa travesía hacia EE.UU. buscando refugio de las amenazas de grupos delincuenciales locales. Pero cuando llegaron a la frontera estadounidense, se encontraron con una política migratoria más dura de lo que esperaban.

La familia se unió a la larga fila de migrantes que intentaban cruzar a EE.UU., pero nunca tuvieron la oportunidad de plantear su caso ni pedir asilo, ya que fueron detenidos y deportados con las manos y pies esposados. Felipe y otros colombianos denunciaron un trato “inhumano” por parte de los agentes migratorios estadounidenses.

“De verdad, ante el mundo esto es gravísimo. Es una superpotencia mundial pasando por encima de todo el mundo de una manera impresionante. Esto a mí me tiene aterrado, yo no salgo del asombro. En mi cabeza era otra la cultura estadounidense”, señaló Felipe.

La experiencia ha dejado a la familia con cicatrices emocionales profundas. “Nunca, nunca nos dieron la oportunidad de plantear nuestro caso”, afirmó Felipe, quien pidió no ser identificado por temor a las represalias en su tierra natal.

El trato recibido por los migrantes colombianos ha generado una ola de críticas y denuncias, incluso por parte de las autoridades migratorias de Colombia. El Departamento de Seguridad Interna de EE.UU. reportó que han tenido que aplicar medidas de “contención” sobre los indocumentados, pero que toman muy en serio las denuncias de maltrato.