Desde este lunes, Alemania ha comenzado a controlar de forma aleatoria el paso por todas sus fronteras terrestres con el objetivo de combatir la migración irregular. La medida ha generado críticas de los países vecinos y del mundo político, así como de instituciones y organizaciones de apoyo a migrantes y refugiados.

Según el Ministerio del Interior, los controles serán flexibles y se instalarán en áreas con un flujo migratorio irregular significativo. La policía se esforzará por minimizar el impacto en la vida cotidiana de los viajeros y en el transporte de pasajeros y mercancías, aunque se prevén retrasos puntuales y temporales.

La medida ha sido criticada por la oposición conservadora y la ultraderecha, que reclaman que se rechace también a los demandantes de asilo en las fronteras. Sin embargo, la coalición encabezada por el canciller Olaf Scholz insiste en que esto no sería consistente con el derecho europeo.

La Policía Federal también ha expresado su preocupación sobre la efectividad de los controles y la presión adicional que esto supondrá para un cuerpo ya sobrecargado y falto de personal. Además, se teme que la presión para rechazar a un mayor número de personas en la frontera pueda llevar a la policía a cometer irregularidades y a exigir la documentación exclusivamente en función de estereotipos racistas.

La medida también ha generado temores de un posible efecto dominó, en el que los países vecinos de Alemania intenten blindar sus límites para evitar tener que hacerse cargo de las personas rechazadas en la frontera germana. La situación sigue siendo objeto de debate y críticas en el ámbito político y social.

Con información de efe