José Ignacio López, presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), ha cuestionado la eficacia de las inversiones forzosas en Colombia, afirmando que la evidencia sugiere que este modelo económico ha fracasado.
Durante décadas, las inversiones forzosas fueron empleadas en el país como una herramienta para fomentar el desarrollo del sector agropecuario. Este modelo, que se instauró en la década de 1950 y alcanzó su auge en 1973, permitía al gobierno redirigir una parte de los depósitos bancarios hacia inversiones obligatorias en el sector agrícola. Aunque el uso de inversiones forzosas se redujo significativamente en los años 90, un pequeño remanente aún persiste, representando solo el 1% de las inversiones del sector agropecuario.
En una conferencia de prensa, López destacó los problemas inherentes a este modelo. “Desde su implementación en 1951 hasta su punto cúspide en 1973, las inversiones forzosas han sido revisadas y evaluadas en múltiples ocasiones. La evidencia muestra que fueron un modelo fracasado. Las inversiones forzosas no lograron estimular adecuadamente el desarrollo económico ni ofrecer un buen retorno sobre la inversión”, señaló López.
El presidente de Anif subrayó que, en su apogeo, las inversiones forzosas absorbieron hasta el 25% de los depósitos bancarios. A pesar de esta significativa inyección de recursos al sector agropecuario, López apuntó que el país experimentó un crecimiento económico lento y una escasez de crédito. “En esa época, las tasas de interés eran tan altas que el gobierno tuvo que intervenir artificialmente para contenerlas, lo que agravó aún más la situación”, explicó.
En contraste, López destacó que otras políticas económicas han demostrado ser más efectivas. La ampliación de las políticas de garantía crediticia, por ejemplo, fue un instrumento exitoso durante la pandemia de COVID-19. Este enfoque permitió un mayor acceso al crédito y facilitó la reactivación económica en Colombia y en otros países desarrollados.