El fútbol colombiano volvió a quedar en entredicho por hechos de violencia en los estadios. La final de la Copa BetPlay, en la que Atlético Nacional conquistó su octavo título tras vencer al Deportivo Independiente Medellín (DIM), terminó marcada por graves disturbios protagonizados por hinchas en el estadio Atanasio Girardot, en Medellín, generando pánico, decenas de heridos y una fuerte alteración del orden público.

Los desmanes se registraron minutos después del pitazo final, cuando en la tribuna norte seguidores del DIM iniciaron disturbios que incluyeron el derribamiento de vallas, enfrentamientos entre barras y el lanzamiento de objetos al terreno de juego. La situación obligó a suspender la ceremonia de premiación y a evacuar de inmediato a los jugadores de Atlético Nacional hacia los camerinos, como medida preventiva.

Luego de la final de la Copa BetPlay, entre Independiente Medellín (@DIM_Oficial) y Atlético Nacional (@nacionaloficial), se presentaron disturbios en el Atanasio Girardot. pic.twitter.com/tj5ylNDIl7

— Mauricio Vanegas (@Marovaan) December 18, 2025

La intervención del personal de logística y de la Unidad Nacional de Diálogo y Mantenimiento del Orden (UNDMO) fue necesaria para intentar controlar la situación dentro del estadio. Sin embargo, los disturbios se extendieron hacia las zonas externas del escenario deportivo, afectando la movilidad y la operación de varias estaciones del sistema Metro de Medellín, lo que incrementó la tensión entre los asistentes y ciudadanos que transitaban por el sector.

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, rechazó de manera categórica los hechos y calificó el comportamiento de los responsables como “criminal”. El mandatario local aseguró que las personas involucradas en los desmanes serán identificadas y deberán asumir las consecuencias penales correspondientes. Además, reiteró que no se permitirá que el deporte sea utilizado como excusa para actos violentos que pongan en riesgo la vida de los ciudadanos.

El balance entregado por las autoridades da cuenta de la magnitud de los disturbios. Según confirmó el comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, general William Castaño, 59 personas resultaron heridas durante los enfrentamientos, entre ellas siete uniformados de la Policía que fueron atacados mientras cumplían labores de control y seguridad.

La Secretaría de Seguridad de Medellín informó que al estadio ingresaron cerca de 43.000 hinchas para presenciar la final. Durante los operativos posteriores, las autoridades decomisaron bengalas, bazucas artesanales con más de 300 tiros, más de 20 cajas de pólvora tipo torta y otros elementos prohibidos que evidencian fallas en el control y el alto nivel de riesgo al que fueron expuestos los asistentes.

Para contener los disturbios, más de 1.100 policías fueron desplegados dentro y fuera del Atanasio Girardot, en un operativo que se prolongó durante varias horas. A pesar de ello, los hechos de violencia opacaron la celebración deportiva y reabrieron el debate sobre la seguridad en los eventos futbolísticos en Colombia.

Estos incidentes se suman a un clima nacional complejo en materia de orden público, agravado en los últimos días por el paro armado de 72 horas anunciado por grupos ilegales en distintas regiones del país. Aunque los hechos ocurridos en Medellín no estarían directamente relacionados con ese contexto, sí reflejan un escenario de creciente intolerancia y violencia que trasciende los escenarios deportivos.

Las autoridades anunciaron que se revisarán los protocolos de seguridad para futuros encuentros y no se descartan sanciones contra las barras involucradas, así como restricciones de ingreso a los estadios. Mientras tanto, la violencia volvió a robarle protagonismo al fútbol, dejando en segundo plano un título que debía ser motivo de celebración y no de caos.