La historia de Omaira Sánchez, el símbolo de la tragedia de Armero, que sigue conmoviendo al mundo

Por: Maria Jose Salcedo

13 noviembre, 2025

La historia de Omaira Sánchez, el símbolo de la tragedia de Armero, que sigue conmoviendo al mundo

Han pasado cuatro décadas desde la noche del 13 de noviembre de 1985, cuando la erupción del volcán Nevado del Ruiz arrasó con el municipio de Armero (Tolima), dejando más de 25.000 muertos y convirtiéndose en la mayor catástrofe natural de Colombia. Sin embargo, el rostro de una niña de 13 años, atrapada entre el lodo y los escombros, se convirtió en el símbolo humano y espiritual de aquella tragedia: Omaira Sánchez Garzón.

La imagen de la pequeña, sepultada hasta el cuello y enfrentando con serenidad las últimas horas de su vida, dio la vuelta al mundo. Su voz, transmitida por los medios internacionales, se transformó en un testimonio desgarrador de resistencia, fe y abandono institucional. “Mamá, si me escuchas, reza para que yo pueda caminar… Adiós, madre”, alcanzó a decir en medio del lodo que la mantenía prisionera.

Omaira sobrevivió cerca de 60 horas en condiciones imposibles. Su cuerpo quedó atrapado entre el agua, el fango y los restos de su vivienda en el barrio Santander, donde los rescatistas —sin herramientas ni maquinaria— luchaban a mano limpia por liberarla. La falta de equipos, el caos logístico y la magnitud del desastre hicieron inútiles todos los esfuerzos.

“Se intentó de todo, incluso se pensó en amputarle las piernas, pero no había cómo hacerlo. Era una situación de total impotencia”, recordó José Nova, fundador del Centro de Visitantes de Armero, quien guía a quienes aún llegan al lugar donde el pueblo desapareció bajo la avalancha.

El 16 de noviembre de 1985, al caer la tarde, Omaira murió ante la mirada del mundo. Su serenidad en medio del dolor marcó a una generación y reveló la vulnerabilidad de un país que, pese a las advertencias sobre la inminente erupción, no logró evacuar a tiempo.

Hoy, en lo que fueron las calles de Armero, una escultura recuerda su historia. Rodeada de flores, juguetes, fotografías y cientos de placas con mensajes de agradecimiento, la figura de Omaira se ha convertido en un lugar de peregrinación y en un símbolo de fe popular. Muchos le atribuyen milagros y la consideran una intercesora ante las adversidades.

“Convertimos a Omaira en el símbolo de la tragedia, pero historias como la suya se repitieron miles de veces aquella noche”, señala Nova, aludiendo a las incontables víctimas que permanecen en la memoria del país.

A 40 años del desastre, el recuerdo de la niña que enfrentó la muerte con una serenidad que conmovió al planeta sigue vivo. Su tumba, marcada por una cruz y una lápida adornada con ángeles, recuerda las fechas que quedaron grabadas en la historia nacional: Omaira Sánchez Garzón, 28 de agosto de 1972 – 16 de noviembre de 1985.

Más allá del mito y la devoción, su historia continúa siendo una advertencia sobre las consecuencias de la desatención institucional y la fragilidad humana frente a la naturaleza. En cada aniversario, su nombre regresa para recordarle a Colombia que, detrás de la tragedia de Armero, hubo vidas, voces y miradas que el país no puede olvidar.