La tarde de este lunes, la familia de Valeria Afanador Cárdenas, la niña de 10 años desaparecida el pasado 12 de agosto en Cajicá (Cundinamarca) y hallada sin vida 18 días después, recibió el dictamen preliminar del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. El informe establece que la causa de la muerte fue ahogamiento o sumersión en medio líquido.

De acuerdo con la Fiscalía General de la Nación, el análisis reveló que la menor aspiró e ingirió agua y residuos de pantano encontrados en su estómago y vías respiratorias. El organismo precisó además que en el cuerpo no se identificaron signos de violencia física ni alteraciones en las prendas de vestir, las cuales no presentaban desgarros ni cortes.

El reporte forense también señaló la presencia de adipocira, un proceso químico que se produce cuando un cuerpo permanece en contacto con agua y material biológico en descomposición, lo que confirmaría que Valeria estuvo sumergida en un pantano.

Para Manuel Afanador, padre de la niña, aunque el dictamen descarta inicialmente maltrato físico, aún persisten dudas sobre lo ocurrido. “El informe nos da un poco de alivio en medio del dolor, pero le expresé al vicefiscal que conocemos a nuestra hija y estamos seguros de que no salió sola”, afirmó.

En la misma línea, el abogado de la familia, Julián Quintana, advirtió que la investigación debe continuar para esclarecer las circunstancias que rodearon el caso. “Una cosa es la causa de la muerte y otra lo que la originó. La Fiscalía se ha comprometido a indagar en esa vía. La niña no llegó sola al río ni se sumergió por voluntad propia”, puntualizó.

El hallazgo del cuerpo de Valeria ha generado interrogantes adicionales, pues fue encontrado en un sector que ya había sido inspeccionado previamente durante las labores de búsqueda. “Quienes participaron en esas jornadas aseguran que resulta improbable que el cuerpo hubiera estado allí desde el inicio”, recordó recientemente el gobernador de Cundinamarca, Jorge Emilio Rey.

La menor fue hallada con el uniforme de su colegio campestre, a unos 300 metros de la institución donde estudiaba. Su desaparición mantuvo en vilo a la comunidad de Cajicá durante más de dos semanas, en medio de operativos de búsqueda en los que participaron autoridades locales, organismos de socorro y vecinos.