Mari Leivis Sánchez, la valiente pesista colombiana de 32 años, ha escrito su nombre en la historia del deporte nacional al conquistar la medalla de plata en la categoría de 71 kilogramos de halterofilia en los Juegos Olímpicos de París 2024. Su triunfo, sin embargo, va más allá del podio, pues representa una historia de sacrificio, determinación y amor maternal.

Tras su victoria, Sánchez reveló los desafíos que enfrentó en su camino hacia la gloria olímpica. “Es un esfuerzo dejar todo, mi familia, mi niño, mi hijo, para poder estar hasta acá”, compartió la atleta, evidenciando el costo personal de su dedicación al deporte de alto rendimiento.

La medallista dedicó su logro a su hijo Ismael Elías, expresando: “Le digo que lo amo y por él esta medalla. No es fácil ser deportista, ser madre, estar aquí, luchar, dejar los hijos es algo realmente muy complicado”.

Originaria de Turbo, Antioquia, Sánchez tuvo que trasladarse a Medellín para intensificar su entrenamiento, una decisión que implicó separarse de su familia.

Su camino hacia el podio olímpico no estuvo exento de obstáculos. Sánchez tuvo que superar dos desgarros musculares, demostrando una resistencia extraordinaria, pero gracias al equipo técnico y a los médicos, logró recuperarse y seguir adelante.

La fe jugó un papel crucial en el éxito de Sánchez, pues reconoce reconoce que todo lo ha logrado gracias a Dios y junto con el apoyo de su equipo y familia, especialmente su madre, ahora se convierte en la trigésima séptima medallista olímpica en la historia de Colombia, un logro que trasciende el deporte y se convierte en una fuente de inspiración para futuras generaciones de atletas colombianos.