La destitución del CEO de OpenAI, Sam Altman, ha desatado abre un profundo cuestionamiento sobre el rumbo que tomará esta empresa clave en la carrera de la inteligencia artificial tras perder a su principal visionario, por lo que se vislumbra una crisis para el futuro de la inteligencia artificial y el enorme poder de los gigantes tecnológicos que la desarrollan.

OpenAI, creadora del popular ChatGPT, vivió una dramática batalla interna cuando su junta directiva despidió a Altman alegando pérdida de confianza por no ser transparente en sus comunicaciones. El detonante habría sido el deseo de Altman por acelerar al máximo el desarrollo de IA sin medir consecuencias, incluso con tecnologías potencialmente catastróficas, despertando el temor de la junta directiva ante una “catástrofe mundial”, como advirtió el medio CNN.

Mientras tanto, OpenAI ha perdido credibilidad como empresa orientada al bien común tras despedir sorpresivamente a su CEO y ahora enfrenta amenazas de renuncias masivas si no revierte la medida. De hecho, inmediatamente tras su salida, varios altos ejecutivos y cientos de empleados renunciaron en solidaridad, entre ellos el cofundador de OpenAI, Greg Brockman.

Altman, por su parte, fue contratado dos días después por Microsoft, mayor inversionista de OpenAI, lo que hace temer que ahora tendrá rienda suelta para impulsar la IA sin supervisión. Como admite The New Yorker, el emprendedor ya tenía un refugio preparado ante una hipotética “guerra de robots contra humanos”.

Ante este panorama, la compañía enfrenta el dilema entre permitir la innovación a toda máquina liderada por genios como Altman o anteponer la responsabilidad tecnológica aún cuando eso le cueste competitividad en la acelerada carrera de la IA a nivel global.

Es crucial que OpenAI aproveche esta crisis para redefinir sus principios éticos y recuperar la confianza pública con mayor transparencia, pues se ha encendido el debate sobre la necesidad de mayor supervisión pública ante tecnologías que pueden alterar drásticamente la vida humana, con impactos como automatización laboral o manipulación a gran escala.

Expertos advierten que la IA podría aniquilarnos si cae en manos equivocadas. Pese a ello, su creación avanza rápidamente en secreto por intereses lucrativos, sin regulación ni transparencia sobre los peligros que conlleva. De allí, que la orientación generalizada es buscar garantizar que el inmenso poder de la IA se desarrolle responsablemente, anteponiendo el bienestar de la humanidad a la codicia corporativa.