En un contexto político marcado por altas expectativas y desafíos cruciales, Javier Milei toma las riendas de la presidencia argentina con la promesa de implementar medidas audaces destinadas a estabilizar la economía del país. La clave de su propuesta es una “terapia de shock” que incluye la privatización de empresas estatales y una reducción del gasto público del 15%.

Estas medidas, según Milei, buscan equilibrar las cuentas y calmar las tensiones con el Fondo Monetario Internacional, al que Argentina busca devolver un préstamo de 44.000 millones de dólares. Adicionalmente, el presidente electo aboga por el fin de los subsidios al transporte, la energía y el agua, la liberación de precios y la eliminación de impuestos a la exportación.

Un punto central en la estrategia de Milei es la dolarización de la economía, con el objetivo de reducir la inflación anual del 143% mediante una moneda más estable. Aunque esta propuesta genera escepticismo en algunos sectores, Milei asegura que se llevará a cabo utilizando los dólares que los argentinos han acumulado a lo largo de los años.

No obstante, la llegada de Milei no está exenta de resistencia, con diversos sectores de la sociedad manifestando su preocupación. Organizaciones de derechos humanos, feministas, colectivos LGBT, ambientalistas e incluso clubes de fútbol consideran a Milei una amenaza para la subsistencia y la democracia. En un país donde el 40% de la población es pobre y la mitad recibe algún tipo de ayuda o subsidio, la confrontación política y social parece ser inevitable.

Con La Libertad Avanza como la tercera fuerza en el Parlamento, Milei se enfrenta al desafío de negociar con diversas facciones para lograr avances legislativos significativos. La fractura en la coalición debido a la alianza con Juntos por el Cambio y la falta de apoyo de los gobernadores complican aún más la situación. Milei se ve obligado a hacer concesiones no previamente planeadas.

El nuevo presidente también tendrá que reconstruir relaciones con socios clave, especialmente Brasil y China, principales socios comerciales de Argentina. Su postura crítica hacia estos países plantea desafíos en la diplomacia económica. A pesar de ello, Milei destaca la posibilidad de que los empresarios negocien directamente sin intervención estatal, abriendo un nuevo capítulo en las relaciones internacionales de Argentina.