Wilson García, un hondureño residente en el pequeño pueblo de Cleveland, Texas, ha sido testigo de una tragedia que cambiará su vida para siempre. El pasado viernes, mientras intentaba dormir a su hijo de un mes y medio, escuchó los disparos de su vecino. Preocupado por su hijo, García fue a la casa del vecino para pedirle que dejara de disparar, pero éste se negó y siguió disparando.

A pesar de que García llamó a la policía cinco veces, el hombre continuó disparando y mató a cinco personas, entre ellas su esposa Sonia Argentina Guzmán, de 25 años, su hijo Daniel Enrique Laso, de nueve años, y dos mujeres que murieron protegiendo al bebé y a la hija de dos años de García. Tres niños resultaron heridos y fueron llevados al hospital, pero recibieron el alta el domingo.

En medio del dolor y la conmoción, García ha quedado viudo y a cargo de sus hijos sobrevivientes. En una entrevista con los medios locales, García relató cómo su esposa le pidió que saltara por una ventana para salvarse de los disparos y cuidar a sus hijos sobrevivientes. “Cuando mi esposa estaba agonizando, me dijo que me tirara por la ventana porque ya mis hijos estaban sin mamá. Entonces tenía que quedar uno de los dos vivos para que los cuidara”, dijo García conmovido.

“No tengo palabras para describir lo que pasó”, dijo García a medios locales. “Es como si estuviéramos vivos pero al mismo tiempo no lo estamos. Lo que sucedió realmente fue horrible”, ha dicho el hombre.

La comunidad hondureña en Texas ha quedado consternada por el tiroteo y ha mostrado su apoyo a la familia de García en estos momentos difíciles. Las autoridades han identificado a las víctimas como Sonia Argentina Guzmán, Diana Velázquez Alvarado, Julisa Molina Rivera, Jose Jonathan Casarez y Daniel Enrique Laso.

Este triste suceso ha vuelto a poner de manifiesto el problema de la violencia armada en Estados Unidos y ha dejado a una familia hondureña destrozada.